Eres lo que comes significa que el cuerpo tiene las características de lo que comimos. Si comes comida chatarra tienes un cuerpo chatarra, si comes comida sana tienes un cuerpo sano. Pero ¿realmente nuestro cuerpo es únicamente el resultado de la suma de los nutrientes de nuestra comida?
Cuando me certifiqué como Health Coach, uno de mis profesores podía determinar con bastante exactitud qué tipo de alimentos comía cada persona con sólo verla. No te hablo de que sabía si comía chatarra o no, sólo con ver si la la persona tenía sobrepeso o no, ¡no, era más que eso! Él podía decir si una persona era carnívora o vegetariana, pescatoriana o vegana, sólo analizando algunas de sus características físicas, y la verdad es que nunca lo vi equivocarse.
Yo nunca pude verlo, pero me explicó que una persona que come mucha carne roja tiene un cuerpo más “vacuno” que una que no la consume tanto, que quien consume preferentemente pescado se le nota en la cara y cosas así. Puede ser, aunque te aclaro que yo nunca he podido hacer esa distinción.
Aún si la comida determina algunas características de nuestro cuerpo, eso sería sólo la mitad de la historia, la realidad es que no sólo somos lo que comemos, sino que comemos como somos.
Comes lo que eres.
Si crees que tienes poca fuerza de voluntad o poco control en tu vida, es muy posible que busques el tipo de comida que te haga vivir la misma experiencia, la de falta de control sobre tu cuerpo. Esto te llevará a comer muchos dulce, harinas, pasteles y todo eso que consideras “irresistible”.
Entre más comas este tipo de comida más se te antojará, y esto reforzará tu creencia de que no tienes fuerza de voluntad.
Por otro lado, si te consideras disciplinada y hasta rígida, naturalmente vas a buscar el tipo de comida que mantenga esa experiencia en tu cuerpo; comida muy sencilla sin muchos condimentos ni gran sabor.
La actitud.
Muchos de nosotros buscamos comer el tipo de alimentos que más le sirven a nuestro cuerpo, pero dejamos de ver la importancia de uno de los ingredientes que comemos en cada comida; nuestra actitud.
Si comemos con culpa y juicio un pedazo de pastel que consideramos que es malo, el resultado no va a ser un cuerpo nutrido; pero no sólo por el tipo de alimento sino por la actitud con la que estamos comiendo.
Si por el otro lado, nos comemos ese mismo pastel, pero con actitud de fiesta y celebración, nuestro cuerpo va a tener una respuesta muy diferente.
Y pasa lo mismo si comemos brócoli.
Si la comemos por miedo a subir de peso o por castigo para bajar de peso, no vamos a tener una buena experiencia con el brócoli.
Si, por el contrario, nos comemos el brócoli por el gusto de estar sanas, la experiencia va a ser completamente diferente, va a ser una experiencia nutritiva.
No podemos minimizar el poder de nuestra mente en la ecuación de la nutrición.
Si creemos que algo es malo o lo hacemos por miedo, nuestro cuerpo nos va a dar la razón, y la comida nos va a caer mal, la vamos a digerir mal y a metabolizar mal.
El cuerpo no piensa, el cuerpo siente, y reacciona en base a ese sentimiento.
Cuando comemos con miedo, aun comida sana, nuestro cuerpo no la va a aprovechar ni a metabolizar de la forma correcta.
Si comemos con confianza y con amor a nosotras mismas, aun si es comida no tan sana, la experiencia va a nutrir nuestro cuerpo y vamos a metabolizarla de la mejor forma posible.