El 80% de las mujeres están inconformes con su apariencia y el 97% de las mujeres tienen por lo menos un momento al día en el que odian su cuerpo.
Esto no es único en las mujeres, cada vez más y más hombres están inconformes con su apariencia física también.
Esta constante insatisfacción con nuestro cuerpo nos ha llevado a desarrollar problemas en torno a nuestra forma de comer.
Buscando tener un cuerpo “digno de ser amado” nos sobre ejercitamos, hacemos dietas en las que literalmente dejamos de comer, nos sometemos a cirugías peligrosas, a masajes dolorosos y mil cosas más.
Estos extremos nos hacen dar bandazos, entonces pasamos de no comer casi nada a atiborrarnos de comida, lastimando así nuestra relación con la comida, lo que nos lleva a adquirir hábitos no deseados.
A todos nos cuesta trabajo amar nuestro cuerpo porque la cultura de odiar el cuerpo ¡es un virus!
Es un virus que está por todas partes, no es algo que nos pase sólo a las mexicanas o a las españolas, está pasando en todo el mundo porque ya todos somos parte de una cultura colectiva de odio al cuerpo. Una cultura que se ha expandido como un poderoso virus.
Los contaminantes.
Las revistas, la televisión las redes sociales y cualquier lugar hacia donde veamos, está plagado de cuerpos irreales, de mujeres extremadamente delgadas, con piernas kilométricas y cintura de avispa, y de hombres sin un gramo de grasa con el abdomen marcado como lavadero.
Esto nos presiona porque nos siembra la creencia de que así es como debemos ser para “estar bien”, para ser amados. Esta cultura de alabar el supuesto cuerpo perfecto literalmente nos está programando de forma colectiva y nos hace “ver” que como SOMOS no está bien.
Nos programa para que creamos que la única forma de ser felices y de ser amadas es teniendo el cuerpo perfecto que vemos en los medios de comunicación.
Si no lo tenemos nos criticamos, estresamos y juzgamos, criticamos a quien no lo tiene, y envidiamos a las pocas personas que se acercan al estereotipo de esa perfección.
Las fotos de las modelos perfectas son un recordatorio constante de que no estamos como queremos estar, de que no somos lo que “debemos ser”.
Cada foto y cada comercial de TV nos hacen odiar más y más nuestro cuerpo.
Esta programación es la que nos lleva a dietas y ejercicios locos y a mil locuras más.
Esta programación es algo más grande que nosotras.
Rompiendo la programación.
Poco a poco ha ido creciendo la vacuna para este virus.
Ya somos muchas las personas que estamos rompiendo con ese programa, y estamos haciéndolo también de forma colectiva.
Yo estoy convencida de que esa cultura de odio nos está llevando a vivir en un círculo vicioso de infelicidad y estrés, un círculo que cada vez nos hace más infelices.
Mi filosofía de amar el cuerpo hacia la transformación la comparto en redes sociales, con amigas, con clientes, con libros, y lo bueno es que no soy la única.
Cada vez somos más y más personas que estamos en este movimiento de amar nuestro cuerpo; cada vez somos más quienes formamos parte del antivirus.
Mi filosofía es parte del antivirus que nos puede llevar a sanar la enfermedad del odio.
Hace poco vi una serie de videos de famosas modelos en donde ellas enseñan cómo les adelgazan las piernas o les encogen la cintura con Photoshop, ellas están siendo parte del antivirus al mostrarnos que esos cuerpos perfectos que vemos en las revistas no son reales, que ni ellas son todo lo perfectas que creemos.
¿Cómo podemos formar parte de la solución y ya no ser parte del problema?
- Rodéate de gente positiva y sigue a personas con la filosofía del amor.
El cuerpo perfecto para ti es el que tú tienes, puedes transformarlo dentro de tus posibilidades, pero para lograr hacerlo debes primero aceptarlo y amarlo.
- Deja de ver fotos, redes sociales, revistas y demás que te “recuerdan” que no estas como “debes” estar. No hagas nada que te haga sentir mal contigo misma.
- No te juzgues, no te critiques, háblate como quieres que los demás te hablen.
- No critiques ni juzgues a otras personas, todas somos perfectas y todas somos dignas de respeto y amor.
Ya es momento de dejar de ser parte del problema, está en nosotros no heredar este virus a nuestros hijos y ya no permitir que se contaminen más generaciones.